Lo que está mal en este Mundo. Intelligent Design (y V)
En las entradas anteriores hemos visto como estos autores intentan demostrar que existen cosas en nuestro mundo que no pueden haber sido formadas por causas naturales. Hemos dejado claro –al menos eso espero– que los argumentos que utilizan para ello plantean serias dudas desde el punto de vista científico y también desde el punto de vista lógico o filosófico. No logran demostrar que sea imposible la formación de sistemas complejos y, por eso, todos sus razonamientos acaban siendo argumentos por ignorancia: como no sabemos cómo se ha formado tal o cual sistema, y concluyo que lo ha hecho un cierto Diseñador que actuaría como una especie de "tapa-agujeros"...
Pero, a parte de todas estas dudas, el mismo concepto de Diseñador Inteligente al que quieren llegar, plantea un problema bastante serio desde un punto de vista, digamos, teológico. Se trata nada menos que del mysterium iniquitatis... Es decir, el problema del mal.
Se ha escrito miles de libros dándole vueltas a cómo es posible que, si Dios es bueno, haya cosas malas en el mundo. La respuesta de los grandes sabios, es, como sabrás, que Dios permite el mal en el mundo en vistas a un bien superior. Así, el Creador deja que el león se coma a la cebra –si la atrapa, claro– porque quiere que el mundo animal siga sus propias leyes ("la ley de la selva"), y no quiere ponerse a favor ni del león ni de la cebra... De la misma forma, permite el pecado humano porque quiere respetar nuestra libertad. En general, podemos decir que Dios ha creado un mundo con sus propias leyes y le deja actuar con autonomía.
Por eso, las cosas malas del mundo no son causadas por Dios si no por la actuación –imperfecta– de unas criaturas que no son perfectas. Un ejemplo: si mi madre me explica como se fríe un huevo, y yo, al intentar freírlo, acabo quemando la cocina porque soy un inútil, la culpa es mía y solo mía. Es culpa mía y no de la sartén, ni del fuego, ni del huevo, ni mucho menos de mi madre... De la misma forma, si consideramos que Dios ha creado el Cosmos con sus leyes y que –una vez creado– deja que ese Universo actúe autónomamente sin alterar esas leyes, el misterio del mal encuentra su explicación.
Por eso, las cosas malas del mundo no son causadas por Dios si no por la actuación –imperfecta– de unas criaturas que no son perfectas. Un ejemplo: si mi madre me explica como se fríe un huevo, y yo, al intentar freírlo, acabo quemando la cocina porque soy un inútil, la culpa es mía y solo mía. Es culpa mía y no de la sartén, ni del fuego, ni del huevo, ni mucho menos de mi madre... De la misma forma, si consideramos que Dios ha creado el Cosmos con sus leyes y que –una vez creado– deja que ese Universo actúe autónomamente sin alterar esas leyes, el misterio del mal encuentra su explicación.
En cambio, si consideramos al Diseñador Inteligente como aquél que ha producido algunas de las cosas de la naturaleza saltándose las leyes naturales, entonces, ¿cómo podemos explicar lo que podríamos llamar los errores de diseño? Quiero decir: es cierto que en el mundo hay cosas asombrosas, pero también es cierto que muy pocas son perfectas... Es más: algunas tienen fallos llamativos. El ojo de los mamíferos, por ejemplo, es una maravilla de complejidad y precisión. Pero resulta que todas las terminaciones nerviosas de las células responsables de la visión (los conos y los bastoncillos) están dirigidas hacia dentro del ojo. Por ese motivo, el nervio óptico tiene que atravesar la retina para poder llegar al cerebro, provocando el llamado punto ciego de nuestros ojos... No es que sea un drama, pero puede decirse que es un "error de diseño" perfectamente evitable: el ojo del pulpo, por ejemplo, no tiene ese defecto... En definitiva: hay varias otras cosas en la naturaleza que son estupendas, pero tienen una serie de fallos que no habría sido demasiado difíciles de evitar. Parece que un Diseñador verdaderamente inteligente, si buscaba hacer las cosas bien, no habría cometido esos errores...
Pero es que el problema es aún mas serio. Estamos hablando de que el Diseñador intervino en la naturaleza para formar, entre otras cosas, el flagelo de las bacterias... Pero ¿eso no implica que fue la causa que algunas bacterias, como el E-Coli, fueran tan dañinas para el hombre? ¿Diseñó acaso el asombroso sistema ofensivo-defensivo de la Malaria, que convierte a ese virus en una auténtica máquina de matar humanos? Y lo mismo se podría decir de otras muchas enfermedades como el Coronavirus, que está tan de moda...
El mosquito anopheles, transmisor de la malaria |
En definitiva: si es cierto que el flagelo bacteriano o el virus de la malaria no han sido formados por causas naturales sino que se deben a la acción de un cierto Diseñador, entonces nos encontramos ante un ser que no es que permita el mal...: ¡es que lo provoca! Se trataría de un ser que ha utilizado su inteligencia y su poder para causar el mal de forma consciente y deliberada. Vamos, para ponerse a temblar...
Y este, querido público, me parece que es el último y tal vez el más grave de los problemas que presentan las ideas del Intelligent Design: si existe un Diseñador como el que ellos defienden, una de dos: o no es muy inteligente o –lo que sería peor– no es bondadoso.
Y este, querido público, me parece que es el último y tal vez el más grave de los problemas que presentan las ideas del Intelligent Design: si existe un Diseñador como el que ellos defienden, una de dos: o no es muy inteligente o –lo que sería peor– no es bondadoso.
Pues me ha gustado la serie. En estos días se agradece leer cosas interesantes...
ResponderEliminarMe quedo esperando la siguiente, o lo que vaya saliendo del horno que seguro que ya está precalentando.
Gracias. Me alegro de que te haya gustado
ResponderEliminarFelicidades. Llego con dos años de retraso a la publicación de esta serie, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de decir que me ha gustado mucho.
ResponderEliminarEn el capítulo II nos dejas con la intriga: La evolución, precisamente porque no puede pensar a futuro, solo puede trabajar con cosas que funcionan, que son útiles. (...) Una cosa que no es útil no puede ser perfeccionada por la selección natural.
Y la respuesta llega en el capítulo III: muchos seres vivos utilizan algún órgano para un fin distinto del original. (...) Es cierto, como vimos, que un flagelo sin rotor no sirve para que la bacteria se mueva, pero sí que es posible que sirviera para otra cosa....
Me gusta porque para argumentar bien lo primero es reconocer la fuerza de los argumentos del "adversario", y tratarlo con respeto, como se merece: refutando, pero sin descalificar.
En mi propio blog, De máquinas e intenciones, que comencé hace tres años y te invito a visitar, he escrito mucho sobre el principio de finalidad, especialmente desde el punto de vista de la ingeniería. Las reflexiones que surgen son inacabables. En ¿Hay finalidad en el universo? uso también el ejemplo de la ratonera, aunque de una forma diferente: para explicar que la causa final no es alternativa a la causa eficiente, "por eso es un error muy grave pretender que, cuando la causa eficiente “se queda corta”, hay que recurrir a la causa final, como hacen algunas formulaciones del argumento teleológico (me refiero al Diseño Inteligente, claro está)".
Un placer leerte y espero leer más artículos.
Gonzalo
Gonzalo, gracias por tus comentarios y por tus ánimos. Efectivamente, es importante conocer y apreciar los argumentos de todos, "oír todas las campanas". He echado un vistazo a blog y me ha parecido apasionante. Tendré que "bucear" en él.
EliminarUn saludo
Alberto
Por cierto, que el ejemplo del flagelo bacteriano ilustra de modo muy conveniente la diferencia entre "para qué sirve" y "para qué fue diseñado" (que son dos variantes del principio de finalidad).
EliminarEl método científico-experimental puede establecer la "eficacia" (para qué sirve) de un órgano, pero no puede dar el salto a la "intención" de un artífice consciente ("para qué fue diseñado").
La biología, en tanto que ciencia experimental, puede conocer en este sentido la eficacia o utilidad de un órgano, pero no puede decir nada de un posible diseño intencionado.
En la ingeniería, en cambio, es legítimo asumir que, donde hay un artefacto, hay un artífice (no me refiero a órganos biológicos, sino a verdaderos artefactos construidos por humanos). Por eso el ingeniero puede preguntarse "para qué fue diseñado" (y lo hace constantemente cuando "espía" los avances de la competencia).
Ahora bien, a esa pregunta el ingeniero no podrá responder exclusivamente con el arsenal del método científico-experimental, porque las intenciones siempre quedan más allá de sus posibilidades.
D. Alberto. En el texto entrecomillado: "Pero resulta que todas las terminaciones nerviosas de las células de visón (los conos y los bastoncillos) están dirigidas hacia dentro del ojo" pienso que en vez de visón habría que poner visión, ¿verdad?
ResponderEliminarPues tienes razón... Lo arreglo ahora mismo. Muchas gracias por advertirlo.
EliminarLa malaria no está producida por un virus. Si no por un parásito Plasmodium intracelular en los glóbulos rojos.
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