El día en el que pensé que me echaban. Intelligent Design (I)


Como alguno de mis lectores sabe, presenté mi tesis doctoral de filosofía en Roma, el año 2011. Me la dirigió el profesor Miguel Pérez de Laborda, a quien debo mucho y mando desde este humilde blog un fuerte abrazo. Reconozco que su título –El argumento teleológico del Intelligen Design– no tiene mucha pegada, es verdad. Pero, qué quieres que te diga: a mí me gusta.

Un chascarrillo sobre el título. Cuando mandé la tesis a la imprenta, al pasarme las pruebas para revisarla, me dijo el técnico que habían "corregido la errata de la portada": pensando que era un error, habrían escrito argumento "teológico", en lugar de "teleológico". Gracias a Dios, llegamos a tiempo para corregirlo y todo salió bien...

El caso es que mi tesis, que empezó siendo un análisis del argumento del Intelligent Design para demostrar la existencia de Dios, se acabó convirtiendo en una critica –constructiva, espero– a las ideas de este movimiento. Ya hablamos un poco de ellos en una entrada anterior, pero baste recordar que la intención principal de estos autores es demostrar que la teoría de Darwin no es correcta y debe por tanto ser rechazada o, al menos, modificada: no es posible, piensan, que el orden que vemos en la naturaleza pueda haberse alcanzado sin la actuación de un "Diseñador Inteligente".

Como digo, en mi tesis intenté mostrar las cosas en las que no estoy de acuerdo con estos autores. El caso es que más o menos por las fechas en las que la tesis se estaba gestando, el New York Times publicó un artículo del entonces arzobispo de Viena, Cardenal Christoph Schönborn. El artículo llevaba por título «Finding Design in Nature».



A ver: una aclaración antes de seguir. El Cardenal Schönborn, además de tener ese aspecto tan amable que puedes ver en la foto, es una persona de un altísimo nivel intelectual, humano y espiritual. Con una mente realmente privilegiada, ha escrito muchos y muy profundos estudios sobre diversos temas. Con sólo 50 años fue nombrado arzobispo nada menos que de Viena, y fue creado cardenal tres años después por San Juan Pablo II. Fue primero discípulo, y luego, amigo y colaborador de Joseph Ratzinger. Como miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha realizado con fidelidad muchos encargos, entre los que destaca su colaboración en el Catecismo de la Iglesia Católica: fue el secretario de la comisión redactora. Lleva al frente de la conferencia episcopal de Austria la friolera de 21 años. 

Hecha esta aclaración, el caso es que en el artículo del New York Times, el Cardenal Schönborn hace una serie de consideraciones sobre el neodarwinismo en las que parece cercano a las ideas del Intelligent Design. Él mismo se encargó después de aclarar los malentendidos y, de hecho, en las diversas traducciones del artículo –al alemán y al italiano– se preocupó de moderar sus afirmaciones. Incluso escribió un libro excelente sobre el tema –Change or Purpose? se titula– donde deja claras su ideas.

Pero ya sabes cómo son las cosas: a veces le pisas la cola a un perrito y te llaman mataperros... Sea como fuere, resultó que los mismos autores del Intelligent Design vieron en el pobre arzobispo de Viena un aliado, y varias personas le catalogaron como "simpatizante" de ese movimiento...

El caso es que, cuando redacté la tesis, hice una crítica a las ideas del Intelligent Design, algunas de las cuales habían sido expuestas en el artículo citado. Pasaron los meses, publiqué la tesis y, año y medio más tarde, en febrero de 2013, Benedicto XVI presentó su renuncia al pontificado. Tras el susto y el desconcierto, la Iglesia se preparó para un nuevo cónclave, que tendría lugar en marzo de ese mismo año. Y ¿quien encabezaba la lista de papables? Pues el mismísimo cardenal Schönborn.

Vamos, que enseguida me llamó algún graciosillo para decirme algo del tipo: "Ya veras, Alberto. Como nombren Papa a Schönborn, lo primero que hará será excomulgarte..."

En fin: evidentemente, el cardenal de Viena no iba a excomulgarme –ni siquiera debe saber de mi existencia–, pero creo que hay una cosa clara. El revuelo que significó el artículo del New York Times es, me parece, una buena muestra de cómo mucha gente piensa que la posición católica –o creyente– frente a la teoría de la evolución debe ser más bien cercana a las ideas del Creacionismo y, más en concreto, al modo de pensar del Intelligent Design. En efecto, desde que comencé a interesarme por los temas de la relación entre ciencia y fe, he encontrado a mucha gente que piensa que, al menos en parte, la teoría de Darwin contradice la Biblia y que los estudios del Intelligent Design pueden salvar su veracidad. Y eso es falso. Es más: es dos veces falso. Primero porque, como sabemos, la teoría de la evolución no contradice la fe. Y segundo, que es lo que para mí es más importante, por que las ideas del Intelligent Design no pueden "salvar" nada. Antes al contrario.

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