El proceso desconocido. El caso Galileo (VIII)


En la primera entrada de esta serie sobre Galileo, hablamos de cómo en 1998 se encontraron ciertos papeles que daban nueva luz sobre el tema que nos ocupa. Hasta que esos documentos salieron a la luz, se pensaba que Galileo había pasado por dos procesos, uno el de 1616 –aunque, como vimos aquí, no le afectó directamente– y otro en 1633, del que hablaremos más adelante. Pero aquellos pergaminos mostraban que la Inquisición se interesó en una ocasión más por las ideas del toscano, en los años veinte del siglo XVII. Se trata de un proceso algo especial, pues no solo era desconocido para los historiadores, sino que fue llevado con tal discreción que no se enteró nadie; ni siquiera el propio Galileo...

*   *   *

Ya vimos en la entrada anterior que el comportamiento de los cometas ponía en serios apuros la teoría de Galileo, mientras que daban fuerzas al modelo de Tycho Brage, al que seguían grandes y muy influyentes astrónomos de esa época. Pero Galileo –curiosamente– negaba la existencia de los cometas: apoyándose en el hecho de que su larga cola cambiaba en función de la posición del Sol, consideraba que no eran más que un efecto óptico provocado por la luz solar en la atmósfera terrestre. Algo similar al arco iris o las auroras boreales.

Por eso, cuando en 1618 Orazio Grassi demostró que los cometas se encontraban más lejos que la Luna y, por tanto, no podían ser fenómenos atmosféricos, Galileo montó en cólera. Prueba de ello es que conservamos un impreso con el texto de esa conferencia, en cuyo margen pueden leerse una buena serie de insultos –que no voy a repetir– escritos del puño y letra del toscano.  

Galileo decidió contestar a Grassi, y lo hizo a través de un discurso en la academia de Florencia. No obstante, no quería meterse en líos –bastantes había tenido ya– y pidió a su amigo y discípulo Mario Guiducci que pronunciara él la conferencia. La cosa no deja de tener su gracia pues, cuando el discurso fue publicado en papel, Galileo tampoco quiso correr riesgos y en la portada del impreso puede leerse: Discorso delle comete, di Mario Guiducci, fatto da lui, es decir "hecho por él"... Toda precaución es poca... 

No obstante, y pesar de sus cuidados, se podía sin miedo atribuir toda la obra a Galileo, pues lo cierto es que gran parte del manuscrito es de su puño y letra, e incluso las partes escritas por Guiducci aparecen anotadas y corregidas por Galileo... En el Discorso, entre otras muchas cosas, se reafirma que los cometas son meros efectos ópticos y, por tanto, no tiene sentido sacar conclusiones astronómicas a raíz de su movimiento. 

Pero claro, eso no iba a quedar así, y –si me perdonas el chiste malo– el asunto de los cometas trajo cola. En 1619 Grassi respondió con una nueva obra: Libra Astronomica ac Philosophica. Como era habitual entre los jesuitas de aquella época, Grassi firma con seudónimo, pero dejado claro que él era el autor. En el Libra responde directamente a Galileo, reafirmando sus ideas sobre los cometas y señalando, esta vez sin medias tintas, que el único modelo astronómico sensato era el de Tycho Brahe. En esta ocasión, y ya sin seudónimo ni nada, Galileo respondió con Il Saggiatore (el ensayador), que fue publicado en 1623. 

Il Saggiatore es, desde varios puntos de vista, una auténtica obra de arte. Con un italiano espléndido, Galileo nos habla del Universo como un gran libro, escrito en lenguaje matemático. La obra tuvo un enorme éxito entre los intelectuales de la época y, de hecho, sabemos que el mismísimo Papa Urbano VIII –que era un gran admirador de Galileo– lo tenía como libro de cabecera y con frecuencia pedía que se lo leyeran mientras comía. 

No obstante, el hecho es que Il Saggiatore fue denunciado ante el Santo Oficio. ¿Y eso por que? Desde luego, no fue por que defendiera el movimiento de la Tierra, pues en el libro no se habla del tema para nada... El asunto es que Galileo, en su afán por afirmar que los cometas no son reales, se pasa de frenada y niega la objetividad de las cualidades sensibles de los cuerpos... No quiero meterme en grandes filosofías, pues se trata de un tema relativamente complejo. Pero, por resumir un poco, digamos que Galileo consideraba que solo eran verdaderas aquellas cualidades de los cuerpos que fueran numéricamente medibles: el peso, la posición, las dimensiones, etc... En cambio, consideraba que las llamadas cualidades sensibles, como el sabor o el color, no son reales sino algo subjetivo del observador. Es decir: no es que el tomate sea rojo, sino que es mi ojo que lo ve así: la "rojez" no está en el tomate, sino que es algo exclusivo de mi ojo... 

La verdad es que no está del todo claro si Galileo se daba cuenta de la barbaridad que escribió, pero el hecho es que estaba negando la existencia de lo que en filosofía se llaman accidentes, y convirtiendo toda realidad no matemática en algo subjetivo. Tal idea será llevada hasta el extremo por Descartes y dará lugar a los diversos tipos de idealismo.

Sea como fuere, lo cierto es que muchos teólogos de la época consideraban que negar la realidad de las cualidades sensibles contradecía –fíjate tú por dónde– lo que el Concilio de Trento había enseñado sobre el Santísimo Sacramento... Como sabes, en la Eucaristía, el color y el sabor del pan –que son cualidades sensibles– permanecen aunque haya cambiado la sustancia. Negar la existencia del sabor y del color equivalía pues a contradecir las enseñanzas del Concilio. 

Por esa especie de casualidad teológica, lo cierto es que, sin él enterarse siquiera, Galileo estuvo una vez más bajo la lupa del Santo Oficio. Sin embargo, a parte de los propios peritos de la Inquisición, nadie supo de este proceso hasta que, en 1982, el historiador Pietro Redondi encontró en el archivo vaticano una referencia al mismo. Algunos años después, en 1998 –como ya hemos comentado– el profesor Mariano Artigas encontró lo que podríamos llamar el "dictamen" sobre las ideas de Galileo. A la luz de ambos textos, podemos concluir que, en efecto, las afirmaciones de Il Saggiatore sobre las cualidades sensibles fueron estudiadas y señaladas como erróneas. Pero, a pesar de eso –y tal vez esto sea lo más interesante de todo– la cosa quedó ahí. Ni la obra fue prohibida, ni se tomó ningún procedimiento. Al fin y al cabo, parece que los jueces del Santo Oficio comprobaron que Galileo, aunque afirmaba cosas que podían dar lugar a error, no era consciente de ello y tampoco argumentaba en contra de la Eucaristía ni de ninguna otra cosa. Y así, decidieron simplemente archivar el caso:  fue un auténtico carpetazo

Todo esto, nos muestra una vez más que ni la Iglesia ni la Inquisición tenían nada en contra ni de la ciencia ni de Galileo: podrían haberle dado un auténtico "capón", y su obra podría haber sido prohibida –y con razón, además–, pero el caso es que nadie hizo nada en su contra... En fin: que los documentos recientemente encontrados dejan claro que no parece que existiera ningún tipo de "persecución" contra Galileo.

Comentarios

  1. He estado un poco al margen y me he reenganchado con esta serie.
    ¡Fantástico!
    Esperando la siguiente.

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