En busca del acta perdida. El Caso Galileo (I)


9 de diciembre de 1999
Archivo de la Congregación 
del Índice de Libros Prohibidos
Cuidad del Vaticano


El doctor Artigas abrió sobre su mesa el polvoriento legajo que había extraído del archivo secreto vaticano. Un conjunto de documentos antiguos, de casi cuatro siglos de antigüedad, se prestaban ante sus ojos. Uno de ellos llamó su atención. Se trataba de una nota breve –no más de una cara y media– con ocho párrafos de texto manuscrito en latín. No estaba firmado, no tenía encabezamiento. Pero su primera línea despertó la atención y –¿porqué no decirlo?–, la emoción, del experimentado investigador: "Vidi discursum Lyncei..." Ví el discurso del Lince. Cualquiera habría pasado por encima de ese comienzo sin darle importancia. Pero no el doctor Artigas... Él sabía bien quién se escondía tras de ese nombre de felino. Nada menos que uno de los personajes más controvertidos del siglo XVII: Galileo Galilei. Y el documento que por fin tenía ante sus ojos, arrojaba luz, tal vez de forma definitiva, sobre uno de los grandes rompecabezas de la relación entre ciencia y fe: el poco conocido tercer proceso a Galileo.

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Me propongo ahora iniciar una nueva serie de artículos sobre el llamado "Caso Galileo" y he querido empezar de esta forma, un poco curiosa, para dejar clara una idea: cuando uno hace historia no debe fiarse de "habladurías" o de lo que cuenta cualquiera sino que –en la medida de lo posible– hay que procurar apoyarse en los documentos reales. Quiero decir: a Galileo le juzgó la Inquisición Romana, que es un tribunal todo lo controvertido que quieras, pero que –al contrario que otros "tribunales" de esa época– levantaba acta de los juicios y archivaba esos documentos. Gracias a eso, podemos tener datos fidedignos de todo lo que realmente pasó con Galileo.

Sinceramente, mi experiencia es que en torno al juicio a Galileo hay un enorme desconocimiento. Y me parece además que estudiar las causas que produjeron ese cúmulo de fake news daría para escribir varios libros. En parte se puede deber a un deseo de atacar a la Iglesia, por lo que se exageran algunas cosas o, directamente, se inventan eventos que nunca sucedieron: es la famosa falacia del fantoche de trapo, de la cual ya hablamos en esta entrada sobre Hawking. Desde luego, la Iglesia ha mostrado siempre un deseo de clarificar las cosas, sobre todo en el último siglo. Y una muestra de ese interés ha sido, precisamente, permitir el acceso a los archivos del Santo Oficio.

Por indicación del Papa Juan Pablo II, en febrero 1998 se abrió una gran parte del archivo secreto vaticano, poniendo a disposición de los estudiosos todo el material anterior a la muerte Leon XIII, en el año 1903. Hay que tener en cuenta que los escritos del archivo se refieren, en gran parte, a controversias teológicas juzgadas por el Santo Oficio, e incluyen cuestiones de conciencia. Por eso sigue restringido el acceso a los documentos más recientes: en ese año aún vivían, o habían fallecido hacía poco, familiares cercanos de las personas implicadas.

Pero, como decía, entre todos los documentos que se hicieron accesibles en 1998, estaban incluidos todos los que hacían referencia a los juicios de la Inquisición sobre las ideas de Galileo. Ya en 1984, también por indicación de Juan Pablo II, se había publicado una amplia selección de documentos relativos a ese proceso. Publicación que, dicho sea de paso, no es nada misteriosa: la puedes leer gratis aquí. Pero en esta ocasión, se ponía a disposición de los estudiosos no ya una selección de textos, sino absolutamente todo lo que había sobre el tema en el Archivo Secreto Vaticano. 

Gracias a esa decisión de Juan Pablo II, hoy podemos saber con certeza qué pasó con Galileo, qué sucedió en su proceso, qué parte de su doctrina científica fue juzgada, qué parte de la misma fue condenada y cuales fueron las consecuencias –penales y administrativas– de ese juicio. Y a eso pretendo dedicar las siguientes entradas: a explicar cómo fueron realmente las relaciones entre Galileo y la Inquisición. Porque, aunque hay mucha gente que piensa que Galileo fue declarado hereje y quemado en la Edad Media, ya te anticipo que ni fue declarado hereje, ni le quemaron... ni fue en la Edad Media.

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Y, antes de terminar esta entrada, una aclaración: aunque lo he "novelado" un poco, lo que que cuento al principio es verídico. El doctor Mariano Artigas –del que espero poder hablar algo más adelante– encontró por casualidad un documento bastante clarificador sobre el proceso a Galileo. Aunque volveremos sobre eso, si te interesa tienes aquí la historia completa.

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