El bicho más odiado por los paleoantropólogos



Hoy quería presentaros al capuchino, un pequeño simio que ha revolucionado de forma bastante seria nuestras ideas sobre la evolución humana, lo que le ha convertido –muy a su pesar– en el animal más detestado por parte de muchos científicos. Y no solo por esa cara de chulito que tiene...

El capuchino (Cebus capucinus), vive los bosques de América Central y del noroeste de América del Sur. Recibe su nombre por la mancha clara que cubre su cabeza, que recuerda a la vestimenta de los monjes franciscanos. Es un mono de tamaño mediano: los mayores ejemplares no llegan a los cuatro kilos de peso. Mide entre 30 y 45 cm, a lo que hay que añadir su cola, de similar longitud. Se trata de una cola prensil que a menudo lleva enrollada y utiliza casi como si fuera un quinto brazo. Los capuchinos destacan entre los demás monos por su longevidad: llegan a vivir más de 50 años, lo que está bastante bien para un mamífero de ese tamaño.

Este primate puede presumir sin lugar a dudas de ser el más listo de los animales de América. Su cerebro es relativamente grande para su tamaño, lo que le da un coeficiente de encefalización (un índice de la proporción entre masa corporal y masa cerebral) de nada menos que 2.9, el mayor entre los animales terrestres: sólo le superan los delfines, y está prácticamente empatado con las orcas. Se trata de un indice bastante superior al del chimpancé, que llega a 2.4 a duras penas. Por supuesto, en todo lo que digo aquí no cuento al hombre que, por así decirlo, con 7.6 de media, juega en otra liga.

Un mono capuchino mirándose las uñas.
Credit: iStockphoto/Jonas Andersson
Además de su gran cerebro, el capuchino cuenta con pulgares oponibles en sus cuatro extremidades. Sus manos son de una gracilidad asombrosa y están dotadas de un buen número de músculos, lo que le permite realizar operaciones de enorme precisión. Todo esto hace del mono capuchino uno de los pocos animales que emplean herramientas: utilizan palos y rocas para cavar la tierra en busca de insectos y gusanos, emplean piedras para abrir frutos secos... Incluso llegan a untarse unos a otros con cebolla silvestre, para ahuyentar a los mosquitos.


Una última curiosidad: el mono capuchino es del orden de los platirrinos. Bueno, que el capuchino sea un mono de nariz plana (que eso significa platirrino) puede parecer una tontería, pero desde el punto de vista de la evolución no lo es en absoluto: sabemos que la rama de los platirrinos se separó de la de los catarrinos –a la que pertenecemos nosotros– en el paleoceno, hace al menos 55 millones de años. De hecho, de entre todos los antropoides, son los platirrinos los más lejanos al hombre, evolutivamente hablando. Que un animal con una historia biológica tan distante a la del homo sapiens haya desarrollado de esa forma su cerebro y sus manos no deja de despertar la curiosidad de los científicos.
Pero no; no son todas estas características las que hacen al capuchino persona non grata para los estudiosos de la evolución humana. Es otra cosa que ahora te explico. Para eso, dejemos por un momento a nuestro pequeño amigo en su rama para hablar de Pedra Furada.

Pedra Furada es un importante yacimiento arqueológico de Brasil que se encuentra en  São Raimundo Nonato, al este de Piauí. Se trata de uno de los yacimientos más ricos e interesantes de América, en el cual se han encontrado abundantes restos de Homo Sapiens, algunos de los cuales datan de hace al menos 15.000 años, y serían por tanto los más antiguos de toda América. Además, el yacimiento cuenta con una colección bastante numerosa de pinturas rupestres muy bien conservadas. Estas pinturas son especialmente valiosas no tanto por su detalle –son más bien esquemáticas– como por su significado: en efecto, no son simples representaciones de la realidad, sino que parecen contar una historia...

Pinturas rupestres de Pedra Furada.
By Gervásio Carvalho - Own work, CC BY-SA 3.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=40271280

Ya solo esto hacía que yacimiento brasileño fuera uno de los más interesantes del mundo. Pero resulta que a finales del siglo XX las excavaciones desvelaron algunas piedras talladas que se asemejaban asombrosamente a las hachas encontradas en los yacimientos africanos de homo habilis, y mostraban con claridad el característico corte múltiple. Me explico: es posible que una piedra, al golpear sobre otra, se rompa dando lugar a algo con filo. Pero si encontramos una roca cuyo filo ha sido creado percutiendo la piedra original por los dos lados del filo, podemos concluir que no se ha formado fortuitamente, sino que ha sido golpeada con intención de afilarla. Ese es el criterio que utilizan habitualmente los paleoantropólogos para decidir si una piedra afilada encontrada en un yacimiento ha sido creada de forma intencional o no.

El caso es que las piedras encontradas en Pedra Forada eran de este tipo, y se trataba sin lugar a dudas de pedruscos muy anteriores a los fósiles de sapiens encontrados. Todo esto planteaba serias dudas a la teoría entonces vigente, según la cual la presencia del hombre en America es relativamente moderna, de menos de 20.000 años. ¿Acaso existieron habilis o incluso erectus en América? ¿Hubo un pueblo de homínidos anterior a la llegada de los sapiens? El misterio estaba servido y las teorías comenzaron a volar.

Bueno, pues fue nuestro amigo el capuchino quien tiró por tierra todas esas hipótesis.

Hace pocos años, en el transcurso de un estudio sobre las costumbres alimenticias de estos monos, salió a la luz un comportamiento suyo que no ha dejado de intrigar a los científicos. Se sabía que los capuchinos utilizaban piedras para abrir frutos secos, pero los biólogos descubrieron que, de vez en cuando, se ponían a golpear una piedra contra otra sin motivo aparente, pero con una paciencia infinita; y que seguían dale que te pego hasta que conseguían partirla. Una vez rota la piedra, lamían el corte y luego, si es que les había gustado, ¡volvían a empezar con la misma piedra! Vamos, que rompían la piedra por varios lados... algo que, como vimos, se pensaba que solo hacía el homo habilis para fabricar hachas. El caso es que, como ya te habrás imaginado, pronto se comprobó que las famosas "hachas" de Pedra Forada no habían sido hechas de modo intencional, si no que las habían fabricado los capuchinos... Bueno, los tatarabuelos de los capuchinos. Lo cierto es que, una vez "lamida", el mono deja esa maravilla de la técnica por ahí tirada y no le da más importancia; pero eso no quita que hayan fabricado algo que todos pensaron que era obra de un ser inteligente. Aquí te dejo el video donde se ve como "fabrican hachas" los capuchinos.




Como es lógico, el estudio llevó a desechar rápidamente las hipótesis sobre supuestos ancestros del hombre en América. Pero, claro, no quedó así la cosa... Como ves, los restos de la comida –o del aperitivo– de los capuchinos superaron sin problemas los criterios de corte múltiple que aplicaban los científicos para catalogar una piedra como hecha de forma intencional. La cantada de los arqueólogos de Pedra Furada puso así en tela de juicio una de las ideas principales que siempre se habían considerado ciertas sobre el homo habilis. En concreto, que las piedras talladas que se encontraban junto a sus fósiles habían sido fabricadas de forma intencional para utilizarlas como herramientas de corte. Tal cosa demostraría que el habilis no solo usaba instrumentos –como hacen algunos animales– si no que los fabricaba: por eso precisamente se le puso el nombre de habilis. Ese supuesto comportamiento hacía pensar que nuestro ancestro era ya poseedor de una cierta inteligencia reflexiva. Y resulta que llega el capuchino y se pone a hacer, de casualidad y de forma habitual, instrumentos como los que hacían nuestros ancestros... 

En resumen: el mardito capuchino ha puesto en tela de juicio la supuesta particularidad del homo habilis, y lo ha bajado de golpe del escalafón de los seres sobre los que podíamos pensar que tenían inteligencia reflexiva... Tal y como se dice en este reciente artículo de Scientific American, ya no parece que podamos decir con seguridad que nuestro ancestro fabricara de forma intencional sus hachas. Y es que, al igual que hace el mono capuchino –que es muy listo, pero no inteligente–, es muy posible que las hicieran de forma fortuita, ya sea para asimilar sales minerales o vaya usted a saber para qué.

En fin: que ya no podemos estar seguros de si el homo habils era realmente hábil o solo un tío con suerte.

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