Darwinismo y creación: un diálogo de besugos


A lo largo de la historia de la humanidad ha habido muchas disputas científicas, filosóficas o teológicas en las que los sabios –y no tan sabios– se han tirado los trastos a la cabeza. Una de las más absurdas es la que existe entre el evolucionismo y la fe en la Creación. Por desgracia, mucha gente  –incluso gente culta–, considera que la teoría de la Evolución se opone a la fe en un Dios Creador. Pero podríamos pararnos un momento a pensar: ¿de dónde sale esa idea? ¿por qué hay gente que ve la evolución como algo opuesto a la acción divina? 

Me explico: si uno lo mira seriamente, la Biblia nos dice qué pasó –que Dios creó el cielo y la tierra– y la teoría de la evolución nos dice cómo paso. ¿Acaso es lógico que un admirador de Velázquez se enfade porque se hable del tipo de pinceles con que se pintaron las Meninas? Más bien parece lo contrario: ese estudio nos puede llevar a admirar aún más al genial pintor sevillano, que tuvo la fina  sabiduría de elegir instrumentos adecuados, y no pintar con los dedos...

Hay que decir que la batalla entre esas dos posturas surge principalmente en el campo de la teología protestante, más que en entornos católicos. ¿Y eso, por qué? Bueno, no debemos olvidar que una de las ideas centrales de Lutero –y sé que estoy simplificando mucho– es precisamente la idea de sola scriptura: solamente la Biblia puede enseñarnos la verdad sobre la fe. Esta doctrina lleva a afirmar que no existe autoridad alguna –ni siquiera la del Papa– que pueda interpretar y explicar lo que está escrito en los libros sagrados. Y, sin nadie que me explique y enseñe cómo debo entender lo que pone en la Biblia, acabo interpretándola mal, pensando que dice lo que no dice. Ya hablamos aquí de eso en el caso del Génesis.

Pero a lo que íbamos. Se puede decir que esta discusión académica que, como casi todo, se inició en Alemania e Inglaterra, se convirtió en una encarnizada batalla a muerte cuando cruzó el charco y llegó a los Estados Unidos de América. Como sabrás, en yanquilandia este lío entre Evolución y Creación no se lo toman a la ligera y, de hecho, en algunos estados la polémica ha llegado a los tribunales.

Para entender un poco esto, tenemos que fijarnos en el documento más sagrado para los estadounidenses: su Declaración de Independencia, del 4 de julio de 1776, con la que se proclaman nación y rompen sus lazos con la corona de Inglaterra. Podrían escribirse varios libros sobre ese texto –de hecho, se han escrito–, pero yo me quiero centrar en sus primeras frases, que no tienen desperdicio (pongámonos en pie):

Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.

Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados (...)

Osea, ¿que viene un científico –inglés precisamente–, y dice que venimos del mono y no tengo el derecho divino a independizarme? ¿Que ahora resulta que soy un simple animal evolucionado y no me ha dado el mismísimo Creador el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad? ¡Vamos, hombre..! 

El rechazo a la Evolución en USA, ya serio de por sí, se hizo mucho más profundo en torno a la segunda guerra mundial. Y es que resulta que apareció allá lejos, por Alemania, un señor bajito y con bigote que empezó a hablar de que para fortalecer a las razas más fuertes –la raza aria– en la lucha por la supervivencia, había que dejar que la naturaleza siguiera su curso y eliminar a las razas más débiles –todas las demás, empezando por la raza judía– y cuanto antes, mejor. Vamos, selección natural darwiniana en estado puro...

En menudos líos han metido al pobre Darwin

Y luego, resulta que los yanquis vencen la guerra después de bastantes sacrificios y aparece en Rusia otro señor con bigote –este bastante más alto– y dice que no, que lo de la lucha de las especies por la supervivencia en realidad se refería a la lucha de clases: que hay que eliminar a la clase capitalista para que mejore la clase obrera... De nuevo, la polémica está servida en bandeja: defender la evolución se vio como equivalente a defender el comunismo... Y en USA, por aquel entonces, no estaba el horno para bollos. 

Todos estos factores llevaron a la aparición en los Estados Unidos de un movimiento socio-cultural, relativamente poderoso, que se llamó a sí mismo creacionismo. Se trata de una organización bastante seria y con muchos recursos, cuyo objetivo es contrarrestar el influjo que la teoría de la evolución pueda tener en la cultura y el pensamiento contemporáneos, luchando especialmente en el campo de la educación infantil. Entre otras muchas cosas, los propulsores del creacionismo pretenden encontrar pruebas científicas que demuestren la falsedad de la evolución y la veracidad de una interpretación literal de la Biblia. Así, por ejemplo, intentan demostrar que la tierra no tiene más de diez mil años, que los hombres convivieron con los dinosaurios y que en las especies animales no hubo evolución: solamente que algunas se han extinguido, pero sin dejar paso a otras, como –por desgracia– pasa aún en nuestros días.

A modo de curiosidad, te contaré que una de las series de dibujos animados más famosa de la televisión, Los Picapiedra (o The Flintstones, como prefieras), estaba fuertemente subvencionada por estos señores. Y esto se debe a que, como tal vez recuerdes, mostraban un grupo de cavernícolas, bastante civilizados y evolutivamente modernos, que convivían con dinosaurios y otras especies extinguidas. Incluso uno de los animales de compañía era un canguro, mostrando que, aunque luego se dispersaron, todos los animales salieron del mismo sitio (el jardín del Eden)... Curioso, ¿verdad?



Vale, ahora viene una afirmación que quiero que quede muy clara y que en cierto modo motiva todo lo que he dicho hasta ahora: no hay que confundir creacionismo con sostener la creación. No hay que confundir creacionismo con sostener la creación. No hay que confundir creacionismo con sostener la creación.

Supongo que te habrás dado cuenta de que he escrito la frase tres veces. Bueno, pues lo he hecho para que no se nos olvide. A pesar de la similitud de las palabras, no podemos confundir creacionismo con creación de la misma forma que no podemos confundir beticismo con la afición al fútbol, o hacer piragüismo con navegar. O confundir el darwinismo con la teoría Evolución... Pero de eso ya hablaremos.

De verdad: me interesa mucho dejar claro que no podemos mezclar la fe en la creación con las ideas de los defensores del creacionismo, y tampoco con lo que piensan algunos de sus propulsores: los que pertenecen al llamado Intelligent Design. Y es que, como espero que veamos más adelante, muchas de las cosas que dicen estos señores son, sencillamente, falsas. Científica, filosófica y teológicamente falsas.

*   *   *

Pero quería acabar esta entrada con una curiosidad que me encontré hace ya algún tiempo y no deja de tener su gracia

Al menos a mis lectores españoles les resultarán familiares las botellas de Anisado Refinado Vicente Bosch, más conocido como "Anís El Mono". La empresa fue fundada en 1870, cuando las ideas de Darwin, aún vivo, estaban empezando a ser conocidas por todo el mundo. Bueno, pues no sé si te has fijado en la cara del mono que sale en la etiqueta. Sí, no te equivocas: es el mismísimo Darwin. Se ve que los embotelladores del preciado licor quisieron hacer una especie de homenaje –algo dudoso, lo reconozco– al gran científico inglés. Homenaje más claro aún si nos fijamos en lo que aparece escrito en el cartel que sostiene la figura central: "Es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento". Una muestra más de la seriedad con la que algunos se tomaron en aquella época la teoría de la evolución.



Comentarios

  1. Me has dejado con el suspense... ¿qué errores son esos de los del Diseño Inteligente?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, son unos cuantos. Espero abordarlos en próximas entradas. Sobre todo porque es necesario explicarlos con detenimiento...

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La Sábana Santa y el Carbono 14 (I)

Una curiosidad científica: el entierro de Santa Teresa

La Sábana Santa y el Carbono 14 (y III)