La Breve Historia de Hawking (III). El comienzo del principio del tiempo
Como hemos ido contando, Hawking propone en su libro Breve Historia del Tiempo una nueva forma de explicar los primeros instantes del Universo. Ya señalamos que no acepta el modelo clásico, entre otras cosas, porque tal modelo exigiría que las condiciones iniciales del Universo hubieran sido muy bien "elegidas" para que fuera posible que existiera un planeta como la Tierra, donde se podría haber desarrollado una forma de vida (aparentemente) inteligente. Otra de las pegas que le pone al modelo clásico es que predice para el inicio del Universo una situación similar a la del vértice de un cono. Tal punto se ve como una singularidad del espacio-tiempo, un punto extraño, diferente a todos los demás puntos del Universo: algo que está fuera del Cosmos.
Muchos científicos ven ese punto inicial como una frontera de la ciencia, algo que el físico no puede, –o no sabe– abordar. Tal vez compensa aclarar aquí el uso que en ciencia se da al término frontera: el físico, a menudo, analiza los puntos singulares evitándolos, como si cortara con unas tijeras justo ese lugar misterioso. Así, el vértice queda reemplazado por un pequeñísimo borde o frontera. Se llega así, como hace Hawking en su libro, a llamar frontera a los puntos singulares.
Hawking y Hartle –como han hecho muchos otros científicos antes y después de ellos– presentan un modelo de Universo en el que se combinan la Relatividad con la física cuántica. Según su propuesta de universo primitivo –que ellos llaman minisuperespacio– la historia de los primeros instantes de nuestro amado Cosmos no empezaría en una singularidad: más bien nos encontraríamos en una situación similar a la superficie de una esfera. El momento inicial del Universo correspondería al polo sur y los paralelos, que son mayores al alejarse de éste, proporcionarían la imagen del Universo en expansión.
Con esta propuesta el inicio del Universo se nos muestra como un punto no singular, es decir, no puntiagudo sino liso. Se trata de un punto en el espacio-tiempo igual que los demás. El Universo, pues, tendría un punto de partida ordinario, como ordinario es el polo sur de la Tierra: tiene una cierta peculiaridad geométrica, pero es un punto tan "terrestre" como cualquier otro. En el minisuperespacio de Hawking no hay frontera, pues no hay nada que distinga al punto inicial, el polo sur, de los demás puntos de la esfera. No sería un punto "extraño" o "fuera de la física" sino un punto como todos los demás: el inicio del Universo se encontraría, pues, incluido o contenido en el mismo Universo. Y por eso podemos decir que el Cosmos es un sistema autocontenido.
Veremos más adelante que, en realidad, el punto de inicio sí que es singular –y bastante, por cierto– pero de momento sigámosle la corriente a Hawking. Hechas estas consideraciones, nuestro autor concluye en su libro que el Universo es un sistema autocontenido en el que no existen puntos singulares ni fronteras. Y entonces, justo al acabar el capítulo octavo, hace un doble mortal con triple tirabuzón cuando afirma: «En tanto en cuanto el universo tuviera un principio, podríamos suponer que tuvo un Creador. Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene una frontera o borde, no tendría principio ni final, simplemente SERÍA. ¿Qué lugar queda entonces para un creador?»
Oye, oye, oye... para el carro un momento. Has mostrado –más o menos– que el Universo no tiene frontera en el sentido físico de la palabra. Es decir, que su punto inicial está contenido en el mismo universo. Vale, pero eso no quiere decir –para nada– que no tenga principio ni final...
Veámoslo con un ejemplo. Te puedo garantizar que ninguna de las células de mi preciosa naricita está fuera de mi cara; todas ellas están contenidas en mi apéndice nasal y, por tanto, mi nariz está autocontenida en sí misma. Pero, evidentemente, eso no quiere decir que no empiece en algún sitio... El hecho de que no haya nariz más allá de mi nariz no demuestra su falta de inicio, sino todo lo contrario: si no hay nariz fuera de mi nariz, –es decir, si hay un punto a partir del cual no hay nariz–, entonces, hay un punto a partir del cual sí hay nariz: mi nariz, pues, tiene un principio. Afortunadamente...
Con su modelo de universo, Hawking muestra que no hubo espacio-tiempo más allá del espacio-tiempo. O si lo prefieres, que no hubo tiempo antes del tiempo. Es decir: no hubo un "antes" del Big Bang. Hawking piensa, al parecer, que con eso ha demostrado que no hubo un principio, pero tal cosa es insostenible. En realidad, como muchos han señalado, las ideas de Hawking reafirman la noción judeocristiana de Creación ex nihilo: si no había tiempo antes del Big Bang y ahora sí que lo hay, quiere decir que el tiempo comenzó a existir. Y eso es equivalente a decir, como afirma la doctrina católica, que el tiempo es una criatura, al igual que lo son el espacio, la energía y las patatas... Y no solo eso: si efectivamente no hubo tiempo antes del Big Bang, quiere decir que solamente un Ser que se estaba fuera del tiempo –es decir, Algo que fue capaz de actuar cuando no había tiempo– puede dar inicio al tiempo. Solo un Ser capaz de mover cuando no existía el movimiento –un ser capaz de mover sin moverse él mismo– puede poner en marcha el Universo...
Pero seguir por aquí nos llevaría muy lejos: volvamos a aterrizar, que si no, no acabamos nunca esta entrada.
A juzgar por lo que escribe, Hawking demuestra en su libro una curiosa –curiosísima– ignorancia sobre lo que en filosofía se entiende por Causa Primera. Así, cuando habla de la noción religiosa de Creación, dice que un «argumento en favor de un origen tal fue la sensación de que era necesario tener una “Causa Primera” para explicar la existencia del universo. (Dentro del universo, uno siempre explica un acontecimiento como causado por algún otro acontecimiento anterior, pero la existencia del universo en sí sólo podría ser explicada de esta manera si tuviera un origen)». Hawking, me temo, entiende la Causa Primera como causa cronológicamente primera. Por eso habla del acto creador como si se tratara de un acontecimiento anterior a la Creación. Y por eso se cree que, al haber probado que no existió ningún acontecimiento anterior –pues no hubo un antes– ha demostrado que no hubo Creación... No se da cuenta, por desgracia, de que la Causa Primera de la que hablan los filósofos es primera en el ser, no en el tiempo.
En filosofía la sucesión temporal tiene importancia relativa, pues fuera de la física dinámica la mayoría de los procesos causa-efecto son atemporales o instantáneos. Por ejemplo: el agua es transparente (efecto) porque es agua (causa), es decir, porque es H2O. No es que primero sea agua y un poco después empiece a dejar pasar la luz: el líquido es transparente en el mismo instante en que se forma la molécula. Causa y el efecto son, pues, simultáneos.
Hawking no parece tener claro de qué hablan la filosofía y la teología cuando se refieren a la Creación o a la Causa Primera. Eso le lleva, a no darse cuenta que sus hipótesis no son para nada opuestas a la fe. Antes al contrario: su hipótesis reafirma la idea de que solo un Ser que esté por encima del tiempo –y por encima del espacio– pudo producir el Universo.
< La breve historia de Hawking (I)
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